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Caminemos al fin del mundo, despacio y a la par, viéndote de reojo sonreír, cuando todo lo demás está demás, cuando adelante es todo nuestro y sobra lo que no podemos mirar.
El bastión flotante en un mar de calamidades cotidianas, la válvula que escapa a la presión, todo está más acá que allá. Todo nos rodea en una nube ilegal, en un aura más que santo, bajo la sensación encontrada de temerle al viento y a la vez rogarle que nos erosione el camino.
Miel de ojos que me obliga a sonreír, cuando el azote de la noche se cierne sobre el clima helado de mis vísceras y arrastra el cálido sentir que viene de otro lar, como viajan las corrientes cálidas por el mar.









1 comentario:

silvia zappia dijo...

caminar es siempre mejor


besos*